Si tuviera que describir mi vida la compararía con uno de los collares que creo, un caos colorido que milagrosamente logra armonizar. Una viva armonía que mezcla mis raíces italianas, un alma errante y la incesante búsqueda de la belleza. Hola, mi nombre es Federica y crecí en el lago de Como, donde mi familia tiene un hotel. Creo que fue el
contacto continuo con clientes y amigos de todo el mundo para estimular mi pasión por lo exótico, o si se me permite, el etranger. Luego, los hechos de mi vida y los diferentes lugares que tuve allí
las posibilidades de llamar a casa siempre han estado muy lejos. De alguna manera siempre he sentido una atracción por el mundo de la moda, las artes y el estilo rebotaban en mí: mi bisabuela era costurera, creaba encajes, por otro lado mi madre pintaba y diseñaba telas en el pasado. Y si consideras que de niño mi juego favorito era vestir y estilizar a mis amigos improvisando sesiones de fotos y desfiles de moda, no hay mucho que añadir. Vaya, casi me olvido de decir que cuando improvisé estos juegos fingí estar en lugares como Bora Bora o la ciudad de Nueva York, por nombrar algunos. DiAllegra nació por casualidad, primero como un juego, por diversión y gracias a mi hija Allegra sedienta de creatividad. Después de pasar el verano en Alassio con un querido amigo mío que hace pendientes de cristal y maravillosos bolsos de crochet, Allegra llega a casa y me pide que creemos bisutería juntos. Así empezó todo, y aquí está el nombre de la marca. Cada pieza nace y se produce a mano en el lago de Como, mientras que los materiales provienen de todo el mundo. Esta mezcla, este caos, es inherente al alma de la marca.